El 18 de julio de 1936 hubo en España un golpe de estado fascista contra la democracia encarnada en la II República. El golpe fracasó y desembocó en Guerra civil. La guerra duró tres años y concluyó con la victoria fascista, tras la cual el general Franco gobernó como dictador hasta su muerte en 1975.
Desde el primer día de la guerra, fueron asesinados en ciudades y pueblos de toda España hombres y mujeres de ambos bandos, civiles cuyo único delito consistió en tener una ideología determinada. En muchas ocasiones, los cuerpos de las víctimas eran arrojados a los caminos o enterrados apresuradamente en fosas comunes clandestinas.
Finalizada la guerra, los vencedores exhumaron a muchos de esos muertos, pertenecientes en su mayoría a su mismo bando, y les dieron sepultura. Los demás muertos permanecieron arrojados en las cunetas, y en su mayoría allí continúan.
A la vez, el régimen del general Franco llevó a cabo en los años siguientes al final de la guerra una feroz represión en la que asesinó a miles de hombres y mujeres del bando republicano. Muchos de esos muertos fueron arrojados también a fosas comunes, y en su mayoría allí continúan.
Los datos que existen sobre las víctimas de uno y otro bando durante la guerra y sobre las víctimas de la represión tras la victoria fascista son inexactos y, dado que cada vez hay más personas individuales y asociaciones interesadas en conocer la verdad, continuamente esos datos se actualizan. Pero nadie puede negar que, a fecha de hoy, sigue habiendo en nuestro país decenas de miles de muertos sin tumba. Y, en su mayoría, allí continúan esperando.
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